La inteligencia emocional

Por V. Goenaga

«Cuando aprendes a vivir contigo mismo, aprendes a vivir con los demás».

En general podemos afirmar que el coeficiente intelectual (IQ) es una forma de estimar el potencial de un individuo en relación a sus destrezas matemáticas, la observación, su capacidad de análisis y síntesis, la facilidad que tiene para realizar comparaciones, hacer inferencias, etc. Para muchos, este valor (IQ) es un indicador del éxito académico y profesional de la persona.

Para otros muchos, hay otro indicador que debemos evaluar en una persona y es su habilidad para reconocer el significado de sus emociones y sus consecuencias con el fin manejarlas para obtener los objetivos que se plantee. A esto se le llama Inteligencia Emocional (EQ).

Consideramos que cuando ambos coeficientes (el Intelectual y el Emocional) se encuentran bien desarrollados, entonces la persona está mucho mejor estructurada para enfrentar exitosamente los problemas que se le presentan diariamente, en cualquier ámbito de su vida.

Si el medio ambiente es un continuo de sucesos que estimula a las personas generándoles emociones favorables o desfavorables, intensas o  suaves, la capacidad de controlar las reacciones (emociones) ante esos estímulos se convierte en una capacidad muy importante para la convivencia social; tanto como la inteligencia (IQ) lo es para resolver los problemas racionalmente.

La Inteligencia Emocional se define como “la capacidad de percibir los sentimientos propios y los de los demás, de distinguir entre ellos, identificar sus causas y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta propia“. Es decir que, afortunadamente, para quienes suelen ser presa de ira, incertidumbre, frustración, depresión u otra reacción adversa, la Inteligencia Emocional se puede desarrollar para beneficio propio y para el buen funcionamiento de la sociedad que nos rodea.

Las etapas deben trabajarse en el siguiente orden:

1. Enfocarse en percibir las emociones propias y las de los demás basado en la observación de las caras, expresiones o imágenes.
2. Cuando identifiques que algo está ocurriendo (contigo o en los demás) busca identificar qué está originando a esa emoción.
3. Registrar los efectos tiene esa emoción, qué genera, por ejemplo verbal o corporalmente. Es decir registra la relación entre la emoción y la acción que desencadena.
4. Maneja las emociones modificando las reacciones que desencadena y usando la información a tu favor para establecer una mejor relación contigo mismo y con los demás.

Si ejercitas estas 4 etapas es más probable que puedas alcanzar un desarrollo saludable de la Inteligencia Emocional tal que te permita dirigir tus esfuerzos hacia el éxito personal y profesional.

En general, la Inteligencia Emocional se mide en 5 grandes elementos: relación intrapersonal, relaciones interpersonales, adaptabilidad al medio, manejo del estrés, estado de ánimo y motivación.

Se hace evidente que el manejo de las emociones depende de una gama amplia de factores, del entorno en que nos desarrollamos, de cómo interactuamos con el, y cómo decidimos responder a estas interacciones.

• Se consciente de tu estado emocional en todo momento. Si tu estado emocional no es el mejor, busca qué hacer para recuperarlo cuanto antes.
• Basa tus juicios en hechos. No te bases en suposiciones, corazonadas, habladurías
• Encuentra lo positivo en lo negativo
• Se flexible pero siempre establece límites
• Rodéate de gente positiva
• Vive en el presente
• Fomenta que tus pensamientos y palabras siempre sean positivos
• Aprende a través de los demás
• Reconoce el momento oportuno para actuar
• Entiende a los demás

Si nos ponemos a trabajar en esto, entonces sabremos que el éxito no llega por casualidad.

El Autor es Maestro en Dirección de Empresas / Fundador de PDBC México / Consultor de Empresas / Creador de la Metodología PDBC para Administrar Recursos Humanos

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